El miedo es una sensación de angustia originada por una amenaza que puede ser real o, incluso, ficticia. También se asocia al miedo con el sentimiento de desconfianza que impulsa a un individuo a creer que algo malo o diferente a lo deseado ocurrirá.
Prácticamente todo el mundo sabe lo que es sentirse angustiado, preocupado, nervioso, asustado, tenso o lleno de pánico. Con frecuencia, sentir miedo o angustia no es más que una molestia, aunque a veces puede llegar a incapacitarte e impedirte hacer lo que quieres hacer de verdad con tu vida. Sin embargo, la buena noticia es que todos podemos cambiar cómo nos sentimos.
Se han desarrollado tratamientos nuevos y potentes para los tipos concebibles de miedos, tales como la preocupación crónica, la timidez, la ansiedad por hablar en público, la ansiedad por los exámenes, las fobias y los ataques de pánico. El objetivo del tratamiento no es una simple mejora parcial, sino la recuperación plena.
Los "trajes" del miedo
El miedo adopta manifestaciones muy distintas, de allí la importancia de identificar aquello que nos causa esta sensación. Algunos de los miedos más comunes son los siguientes:
Preocupación crónica: te preocupas constantemente por tu familia, tu salud, tu carrera profesional o tu economía. Se te revuelve el estómago y tiene la impresión de que está a punto de pasarte algo malo, aunque no eres capaz de determinar cuál es exactamente el problema.
Fobias: puedes tener fobia a las agujas, a la sangre, a las alturas, a los ascensores, a conducir, a viajar en avión, al agua, a las arañas, a las serpientes, a los perros, a las tormentas, a los puentes o a quedarte atrapado en lugares cerrados.
Ansiedad por la actuación: te quedas paralizado siempre que tienes que hacer un examen, actuar o hacer algo delante de otras personas o competir en una prueba deportiva.
Ansiedad por hablar en público: te pones nervioso cuando tienes que hablar ante un grupo porque te dice a ti mismo: "temblaré y todos verán lo nervioso que estoy. Se me quedará la mente en blanco y haré el idiota. Todos me despreciarán y me tomarán por un neurótico total".
Timidez: te sientes nervioso y apurado en las reuniones sociales porque te dices a ti mismo: "todo el mundo parece encantador y relajado. Pero yo no tengo nada interesante que decir. Lo más probable es que se den cuenta de lo tímido que soy y de lo fuera de lugar que me siento. Deben de pensar que soy una especie individuo o de fracasado. Soy el único que se siente así. ¿Qué me pasa?".
Ataques de pánico: sientes ataques de pánico repentinos, terribles, que parece como si aparecieran sin más y te atacaran de manera inesperada, como un rayo. En los ataques te sientes mareado, el corazón te palpita con fuerza y tienes hormigueos en los dedos. Quizá te diga a sí mismo: "debo de estar teniendo un ataque al corazón. ¿Y si me desmayo, o me muero? ¡No puedo respirar! ¿Y si me ahogo?". Intentas aferrarte a la vida. Al poco rato, la sensación de pánico desaparece de manera tan misteriosa como llegó, dejándote desconcertado, asustado y humillado. Te preguntas qué habrá pasado y cuándo volverá a pasarte aquello.
Agorafobia: te da miedo estar fuera de tu casa porque piensas que te va a pasar algo terrible (que vas a sufrir un ataque de pánico, quizás) y que no habrá nadie que pueda ayudarte. Puedes tener miedo a los espacios abiertos, a los puentes, a las multitudes, a estar en la cola del supermercado o a viajar en transportes públicos.
Obsesiones y compulsiones: te acosan pensamientos obsesivos que no puedes quitarte de la mente e impulsos compulsivos de realizar rituales supersticiosos para controlar tus miedos. Por ejemplo, puede que te consuma el miedo a los microbios y que tengas el impulso irresistible de lavarte las manos una y otra vez, todo el día. O quizá te tengas que levantar varias veces después de acostarte para mirar la cocina, simplemente para cerciorarte de que no has dejado encendida la estufa.
Trastorno de estrés postraumático: te acosan los recuerdos o imágenes de algún suceso terrible que sucedió hace meses, e incluso hace años, como una violación, unos malos tratos, torturas o asesinatos.
Preocupación por su aspecto físico (trastorno dismórfico corporal): te consume la sensación de que tu aspecto tiene algo de grotesco o de anormal a pesar de que tus amigos y tu familia le intentan tranquilizar diciéndote que tiene un aspecto normal. Puede que pienses que tienes la nariz deformada o que tu cuerpo tiene una forma rara. Puede que te pases muchísimo tiempo consultando a cirujanos estéticos o mirándote al espejo en el intento de corregir el defecto porque estás convencido de que todo el mundo puede ver lo terrible que es tu aspecto.
Preocupaciones por su salud (hipocondría): vas de médico en médico quejándote de molestias, dolores, fatiga, mareos u otros síntomas. Estás seguro de que padeces alguna enfermedad terrible, pero el médico siempre te tranquiliza diciéndole que no te pasa absolutamente nada. Te sientes aliviado durante algunos días, pero no tardas en empezar a obsesionarte de nuevo con su salud.
¿Qué se siente?
Si te acosa alguno de estos miedos, quizá te preguntes: ¿Cuánto darías por superarlos? Imagínate por un momento que mañana tienes que pronunciar una conferencia o que hacer un examen importante, y que esta noche podrías acostarse sin tener ese nudo en el estómago, sintiéndose confiado y relajado.
Si te sientes solo y mantienes una lucha contra la timidez, ¿Cuánto darías por poder entablar una conversación interesante con facilidad con cualquier persona y en cualquier lugar? Y si padeces fobias, ataques de pánico u obsesiones y compulsiones, ¿Cuánto darías por vencer esos miedos para siempre?
Estas metas pueden parecer imposibles, sobre todo si llevas años luchando contra la ansiedad o la depresión, y es cierto que se pueden vencer sus miedos sin píldoras y sin largos tratamientos de terapia. Puede que no seas esto lo que usted estás acostumbrado a oír. Si consultas a tu médico, quizás éste te diga que tienes en el cerebro un desequilibrio químico y que tendrás que tomarte una pastilla para corregirlo. Sin embargo, las últimas investigaciones confirman que puedes vencer tus miedos sin medicamentos. Lo único que necesitas es un poco de valor, sentido común y algunas técnicas que puede proporcionarte su psicólogo.
Conclusión
El miedo es una sensación real o imagina de peligro que puede acechar a cualquier ser humano en distintos momentos de su vida. La percepción que tenemos de las diferentes situaciones que experimentamos pueden manifestarse en miedos de varios tipos. Desde las dudas sobre nuestro futuro hasta los temores repentinos cuando nos enfrentamos a una audiencia, el miedo se puede convertir en un compañero permanente.
Sin embargo, la buena noticia es que con apoyo terapéutico el miedo puede derrotarse y hacerle frente a las actividades cotidianas sin que éste interfiera de forma significativa. Finalmente, como el mismo Nelson Mandela lo dijo alguna vez: "aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es el que no siente miedo, sino el que vence ese temor".
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